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ALBERTO CAEIRO, HETERÓNIMO DE FERNANDO PESSOA: SELECCIÓN DE POEMAS DE "EL GUARDADOR DE REBAÑOS"

 


En breve se le dedicará a Fernando Pessoa una reseña biográfica digna de su grandeza como poeta y como enigmático personaje capaz de crear universos y almas paralelas y hasta antagónicas a través de sus múltiples máscaras y heterónimos. Se deja aquí una selección de los poemas de uno de ellos, Alberto Caeiro, pertenecientes a su libro "El guardador de Rebaños"

Alberto Caeiro nació en Lisboa en 1889 y murió en 1915 de tuberculosis, pero casi siempre vivió en el campo. No tuvo profesión, ni apenas educación. Surgió en 1914 y tanto Fernando Pessoa como su heterónimo Álvaro de Campos lo reconocieron como su maestro. Escribió "El guardador de rebaños", compuesto por 49 poemas de verso libre. Sostenía que las cosas deben verse tal como son, sin añadirle interpretación ninguna.

Otro de sus heterónimos, Ricardo Reis, llegó a escribir sobre Caeiro lo siguiente: “En estas horas turbias, la única fuente de consolación para mi alma ha sido el manuscrito, que siempre me acompaña, de “El guardador de Rebaños (de Alberto Caeiro). Tiene toda la simplicidad, toda la grandeza, toda la posesión de las cosas que los antiguos tenían; pero, escrito ya en oposición a los tiempos modernos que lo vieron nacer, nos da como bálsamo lo que en otros era tan sólo frescura; y donde los otros nos alegran mal, como niños inexpertos, éste nos consuela y acaricia como los viejos prudentes y habituados a disculpar la vida”.

 

IX

Soy un guardador de rebaños.

El rebaño es mis pensamientos

y mis pensamientos son todos sensaciones.

Pienso con los ojos y con los oídos

y con las manos y los pies

y con la nariz y la boca.

Pensar una flor es verla y olerla

y comer un fruto es saberle el sentido.

 

Por eso cuando en un día de calor

me siento triste de gozarlo tanto

y me tiendo a lo largo sobre la hierba

y cierro los ojos calientes,

siento todo mi cuerpo tumbado en la realidad,

sé la verdad y soy feliz

 

 

I

Yo nunca guarde rebaños,

Pero es como si los guardara.

Mi alma es como un pastor,

Conoce el viento y el sol

Y anda de la mano de las Estaciones

Siguiendo y mirando.

Toda la paz de la Naturaleza a solas

Viene a sentarse a mi lado.

Pero permanezco triste, como un atardecer

Para nuestra imaginación,

Cuando refresca en el fondo de la planicie

Y se siente que la noche ha entrado

Como una mariposa por la ventana.

 

Pero mi tristeza es sosiego

Porque es natural y justa

Y es lo que debe haber en el alma

Cuando piensa ya que existe

 Y las manos cogen flores sin darse cuenta.

 

Con un ruido de cencerros

Más allá de la curva del camino

Mis pensamientos están contentos.

Solo me da pena saber que están contentos

Porque, si no lo supiera,

En vez de estar contentos y tristes

Estarían alegres y contentos.

 

Pensar molesta como andar bajo la lluvia

Cuando el viento crece y parece que llueve más.

 

No tengo ambiciones ni deseos.

Ser poeta no es una ambición mía.

Es mi manera de estar solo.

 

Y si deseo a veces,

Por imaginar, ser corderito

(o ser el rebaño

Para andar esparcido por toda la ladera

Y ser mucha cosa feliz al mismo tiempo),

Es sólo porque siento lo que escribo al atardecer,

O cuando una nube pasa la mano sobre la luz

Y un silencio corre a lo largo de la hierba.

 

Cuando me siento a escribir versos

O, paseando por los caminos o por los atajos,

Escribo versos en un papel que está en mi pensamiento,

Siento un cayado en las manos

Y veo mi silueta

En la cumbre de un otero

Mirando mi rebaño y viendo mis ideas,

O mirando mis ideas y viendo mi rebaño

Y sonriendo vagamente como quien no comprende lo que se dice

Y quiere fingir que lo comprende.

 

Saludo a cuantos me lean,

Alzando el ancho sombrero cuando me ven en mi puerta

Apenas la diligencia asoma en la cima del otero.

Les saludo y les deseo sol,

Y lluvia, cuando la lluvia es necesaria,

Y que sus casas tengan

Al pie de una ventana abierta

Una silla predilecta

En que se sienten a leer mis versos.

Y al leer mis versos piensen

Que soy cualquier cosa natural:

Por ejemplo, el árbol antiguo

A la sombra del cual cuando niños

Se sentaban de golpe, cansados de jugar,

Y limpiaban el sudor de la frente caliente

Con la manga de la bata listada.

 

 

II

Mi mirar es nítido como un girasol.

Tengo la costumbre de andar por los caminos

Mirando para la derecha y para la izquierda,

Y de vez en cuando mirando para atrás…

Y lo que veo a cada instante

Es aquello que nunca había visto

Y me doy buena cuenta de ello.

Sé tener la curiosidad esencial

Que tiene un niño si, al nacer,

Notara que nació de veras…

Me siento nacido a cada instante

Para la eterna novedad del Mundo…

 

Creo en el mundo como en una margarita

Porque lo veo. Pero no pienso en él,

Porque pensar es no comprender…

El mundo no se hizo para pensar en él

(pensar es estar enfermo de los ojos)

Sino para mirar hacia él y estar de acuerdo…

 

Yo no tengo filosofía: tengo sentidos…

Si hablo de la Naturaleza no es porque sepa lo que es

Sino porque la amo, y la amo por eso,

Porque quien ama nunca sabe lo que ama

 

Ni sabe por qué ama, ni lo que es amar…

 

Amar es la eterna inocencia,

Y la única inocencia es no pensar…

 

 

V

Hay bastante metafísica en no pensar en nada.

 

¿Qué pienso yo del mundo?

¡Yo qué sé lo que pienso del mundo!

Si enfermase pensaría en ello.

 

¿Qué idea tengo yo de las cosas?

¿Qué opinión tengo sobre las causas y los efectos?

¿Qué he meditado sobre Dios y el alma

Y sobre la creación del Mundo?

No sé. Para mí pensar en eso es cerrar los ojos

Y no pensar. Es correr las cortinas

De mi ventana (pero no tiene cortinas).

 

¿El misterio de las cosas? ¡Qué sé yo lo que es misterio!

El único misterio es que haya quien piense en el misterio.

Quien está al sol y cierra los ojos

Comienza a no saber lo que es el sol

Y a pensar muchas cosas llenas de calor.

Pero abre los ojos y ve el sol

Y ya no puede pensar en nada,

Porque la luz del sol vale más que los pensamientos

De todos los filósofos y de todos los poetas.

La luz del sol no sabe lo que hace

Y por eso no yerra y es común y buena.

 

¿Metafísica? ¿Qué metafísica tienen aquellos árboles?

La de ser verdes y encopetados y tener ramas

Y la de dar furto en su momento, que no nos hace pensar,

A nosotros, que no sabemos tomarlas en cuenta.

Pero ¿qué mejor metafísica que la suya,

Que es la de no saber para qué viven

Ni saber que no lo saben.

 

“Constitución íntima de las cosas”…

“Sentido íntimo del Universo”…

Todo esto es falso, todo esto no quiere decir nada.

Es increíble que pueda pensar en cosas como éstas.

Es como pensar en razones y fines

Cuando el comienzo de la mañana está rayando y por los lados de los árboles

Un vago oro brillante va perdiendo la oscuridad.

 

Pensar en el sentido íntimo de las cosas

Es exagerado, como pensar en la salud

O llevar un vaso al agua de las fuentes.

El único sentido íntimo de las cosas

Es que no tengan sentido íntimo ninguno.

 

No creo en Dios porque nunca lo vi.

Si él quisiera que yo creyera en él

Vendría sin duda a hablar conmigo

Y entraría por mi puerta adentro

Diciéndome: ¡Aquí estoy!

 

(Tal vez es esto ridículo a los oídos

De quien, por no saber lo que es mirar las cosas,

No comprende a quien habla de ellas

Con la forma de hablar que el observarlas enseña).

 

Pero si Dios es las flores y los árboles

Y los montes y el sol y la luna,

Entonces creo en él,

Entonces creo en él en todo instante

Y mi vida es toda una oración y una misa

Y una comunión con los ojos y por los oídos.

 

Pero si Dios es lo árboles y las flores

Y los montes y la luna y el sol

¿para qué le llamo Dios?

Le llamo flores y árboles y montes y sol y luna;

Porque si él se hizo, para que le viera yo,

Sol y luna y flores y árboles y montes,

Si él se me aparece como árboles y montes

Y luna y sol y flores,

Es que quiere que le conozca

Como árboles y montes y flores y luna y sol.

 

Y por eso le obedezco

(¿Qué más sé yo de Dios que Dios de sí mismo?),

Le obedezco en vivir, espontáneamente,

Como quien abre los ojos y ve,

Y le llamo luna y sol, y flores y árboles y montes

Y le amo sin pensar en él

Y le pienso viendo y oyendo

Y ando siempre con él.

 

 

VI

Pensar en Dios es desobedecer a Dios

Porque Dios quiso que no le conociéramos;

Por eso no se nos mostró…

 

Seamos sencillos y calmos,

Como los regatos y los árboles,

Y Dios no amará haciéndonos

Bellos como los árboles y los regatos

Y nos dará verdor en su Primavera,

Y un río adonde ir cuando acabemos!

 

 

 

VII

Desde mi aldea veo cuanto de la tierra se puede ver del Universo

Por eso mi aldea es tan gran de como otra tierra cualquiera,

Porque yo soy del tamaño de lo que veo

Y no del tamaño de mi altura…

 

En Las ciudades la vida es más pequeña

Que aquí en mi casa en la cima de este otero.

En la ciudad las grandes casas cierran la vista con llave,

Esconden el horizonte, empujan nuestro mirar lejos de todo el cielo,

Nos vuelven pequeños porque nos quitan lo que nuestros ojos pueden darnos

Y nos vuelven pobres porque nuestra única riqueza es ver.

 

 

XIII

Leve, leve, muy leve,

Un viento muy leve pasa,

Y se va, siempre muy leve.

Y no sé lo que pienso

Ni procuro saberlo.

 

 

XVI

Ojalá mi vida fuera un carro de bueyes

Que chilla de madrugada por el camino,

Y que después para el lugar de donde vino vuelve

Casi al anochecer por el mismo camino.

 

Yo no debería tener esperanzas -debería solamente tener ruedas

Mi vejez no tendría arrugas ni cabello blanco…

Cuando ya no sirviera, me quitarían las ruedas

Y quedaría volcado y partido en el fondo de un barranco.

 

 

XVIII

Ojalá fuera yo el polvo del camino

Y que los pies de los pobres me estuvieran pisando…

 

Ojalá fuera yo los ríos que corren

Y que las lavanderas estuviesen a mi vera…

 

Ojalá fuera yo los chopos en la margen del río

Y tuviera solamente el cielo por arriba y el agua por abajo…

 

Ojalá fuera yo el burro del molinero

Y que él me golpeara y estimase…

 

Antes eso que ser el que atraviesa la vida

Mirando tras de sí y con pena…

 

 

XXIV

Lo que vemos de las cosas son las cosas.

Porque ¿veríamos una cosa si hubiera otra?

Porque ¿es que ver y oír sería engañarnos

Si ver y oír son ver y oír?

 

Lo esencial es saber ver,

Saber ver sin estar pensando,

Saber ver cuando se ve,

Y ni pensar cuando se ve,

Ni ver cuando se piensa.

 

Pero eso (¡Tristes de nosotros que llevamos el alma vestida!),

Eso exige un estudio profundo,

Un aprendizaje de desaprender

Y un secuestro en la libertad de aquel convento

Del que los poetas dicen que son las estrellas las eternas monjas

Y las flores las penitentes convictas de un solo día,

Pero donde al fin las estrellas no son sino estrellas

Ni las flores sino flores,

Y por eso las llamamos estrellas y flores.

 

 

XXV

Las burbujas de jabón que este niño

Se entretiene en soplar de una pajita

Son traslúcidamente toda una filosofía.

Claras, inútiles y pasajeras como la Naturaleza,

Amigas de los ojos como las cosas,

Son aquello que son

Con una precisión redondita y aérea,

Y nadie, ni incluso el niño que las suelta,

Pretende que sean más de lo que parecen ser.

 

Algunas mal se ven en el aire lúcido.

Son como la brisa que pasa y apenas toca las flores

Y que sólo sabemos que pasa porque algo se aligera en nosotros

Y acepta toda más nítidamente.

 

 

XXVI

A veces, en días de luz perfecta y exacta,

En que las cosas tienen toda la realidad que pueden tener,

Me pregunto a mí mismo despacio

Por qué al menos atribuyo

Belleza a cada cosa.

 

¿Acaso una flor tiene belleza?

¿Tiene belleza acaso un fruto?

No: tienen color y forma

Y existencia sólo.

La belleza es el nombre de cualquier cosa que no existe

Que yo doy a las cosas a cambio del agrado que me dan.

No significa nada.

Entonces ¿por qué digo de ellas: son hermosas?

 

Si, incluso a mí, que vivo sólo de vivir,

Invisibles, vienen a visitarme las mentiras de los hombres ante las cosas,

Ante las cosas que simplemente existen.

 

¡Qué difícil ser uno mismo y no ver sino lo visible!

 

 

XXVII

Sólo en la Naturaleza es divina y ella no es divina…

 

Si hablo de ella como de un ente

Es que para hablar de ella necesito usar el lenguaje de los hombres

Que da personalidad a las cosas,

E impone nombre a las cosas.

 

Pero las cosas no tienen nombre ni personalidad:

Existen, y el cielo es grande y la tierra ancha

Y nuestro corazón del tamaño de un puño cerrado…

 

Bendito sea yo por todo lo que no sé.

Gozo de todo eso como quien sabe que existe el sol.

 

 

XXXI

Si digo a veces que las flores sonríen

Y si dijera que los ríos cantan

No es porque crea que hay sonrisas en las flores

Y cánticos en el correr de los ríos…

Es porque hago así mejor sentir a los hombres falsos

la existencia verdaderamente real de las flores y los ríos.

 

Porque escribo para que ellos me lean, me sacrifico a veces

A la estupidez de sus sentidos…

No estoy de acuerdo conmigo pero me absuelvo

Porque sólo soy esa cosas seria, un intérprete de la Naturaleza,

Porque hay hombres que no comprenden su lenguaje,

Porque ella no es ningún lenguaje.

 

 

XXXII

Ayer por la tarde un hombre de ciudad

Hablaba a la puerta de la fonda.

También conmigo hablaba.

 

Hablaba de la justicia y de la lucha para tener justicia

Y de los trabajadores que sufren,

Y del trabajo constante y de los que tienen hambre,

Y de los ricos, que tienen sólo espaldas para eso.

 

Y, mirándome, vio lágrimas en mis ojos

Y sonrió con agrado, creyendo que sentía

El odio que él sentía y la compasión

Que él decía que sentía.

 

(Pero yo apenas le estaba oyendo.

¿Qué me importan a mí los hombres

Y lo que sufren o suponen que sufren?

 

Sed como yo; no sufriréis.

Todo el mal del mundo viene de preocuparnos los unos por los otros,

Ya para hacer bien, ya para hacer mal.

Nuestra alma y el cielo y la tierra nos bastan.

Querer más es perder esto y ser infeliz).

 

En lo que yo estaba pensando cuando nuestro amigo hablaba

(que me conmovió hasta las lágrimas),

Era cómo el murmullo lejano de los cencerros

En ese atardecer

No parecía las campanas de  una capilla pequeña,

A la que fueran a misa las flores y los regatos

Y las almas sencillas como la mía.

 

(Alabado sea Dios porque no soy bueno

Y tengo el egoísmo natural de las flores

Y de los ríos que siguen su camino

Preocupados sin saberlo,

Sólo en florecer e ir corriendo.

Es esa la única misión en el Mundo,

Esa: existir claramente

Y saber hacerlo sin pensar en ello).

 

Y el hombre se calló mirando hacia el poniente

Pero ¿qué le importa el poniente a quien odia y ama?

 

 

XXXVI

Y hay poetas que son artistas

Y trabajan en sus versos

¡como un carpintero en la madera!

 

¡Qué triste no saber florecer!

Tener que poner verso sobre verso como quien construye un muro

Y ver si está bien y tirarlo si no lo está!...

Cuando la única casa artística es toda la Tierra

Que varía y está siempre bien y es siempre la misma.

 

Pienso en esto no como quien piensa sino como quien respira.

Y miro las flores y sonrío…

No sé si ellas me comprenden

Ni si las comprendo a ellas,

Pero sé que la verdad está en ellas y en mí

Y en nuestra común divinidad

De dejarnos ir y vivir por la Tierra

Y llevarnos en brazos por las Estaciones contentas

Y dejar que el viento cante para adormecernos

Y no tener sueños en nuestros sueño.

 

 

XXXIX

El misterio de las cosas ¿dónde está?

¿Dónde está que no aparece

Al menos para mostrarnos que es misterio?

¿Qué sabe el río de eso y qué sabe el árbol?

Y yo, que no soy más que ellos ¿qué sé de eso?

 

Siempre que miro las cosas y pienso lo que los hombres piensan de ellas,

Me río como un regato que suena fresco en una piedra.

 

Porque el único sentido oculto de las cosas

Es que no tienen ningún sentido oculto;

Es más extraño que todas las extrañezas

Y que los sueños de todos los poetas

Y los pensamientos de todos los filósofos

Que las cosas sean realmente lo que parecen ser

Y no haya nada que comprender.

 

Sí, esto es lo que mis sentidos aprendieron solos:

Las cosas no tienen significado: tienen existencia.

Las cosas son el único sentido oculto de las cosas.

 

 

XLI

En el atardecer de los días de Verano, a veces,

Aunque no haya brisa alguna, parece

Que pasa, un instante, una leve brisa…

Pero los árboles permanecen inmóviles

En todas las hojas de sus hojas

Y nuestros sentidos tuvieron una ilusión;

Tuvieron la ilusión de lo que les agradaría…

 

¡Ah, los sentidos, los enfermos que ven y oyen!

Si fuésemos como deberíamos ser

Y no hubiera en nosotros necesidad de ilusión…

Nos bastaría sentir con claridad y vida

Y ni notaríamos para qué hay sentidos…

 

Pero gracias a Dios que hay imperfecciones en el Mundo,

Porque la imperfección es una cosa

Y el haber gente que yerra es original,

Y el haber gente enferma torna gracioso el Mundo.

Si no hubiera imperfecciones habría una cosa menos,

Y debe de haber muchas cosas

Para tener mucho que ver y oír…

 

 

XLII

Pasó la diligencia por el camino y se fue;

Y el camino no quedó más hermoso, ni más feo siquiera.

Así es la actividad humana a lo ancho del mundo.

Nada sacamos y nada ponemos; pasamos y olvidamos;

Y el sol es siempre puntual todos los días.

 

 

XLIII

Antes el vuelo del ave, que pasa y no deja huella,

Que el paso del animal, que queda recordado sobre el suelo.

El ave pasa y olvida; así ha de ser.

El animal, donde ya no está y por eso ya no sirve,

Muestra que ya estuvo, lo que no sirve para nada.

 

El recuerdo es una traición a la Naturaleza

Porque la Naturaleza de ayer no es Naturaleza.

Lo que fue no es nada, y recordar es no ver.

 

¡Pasa, ave, pasa, y enséñame a pasar!

 

 

XLV

Una ringlera de árboles allá lejos, allá por la ladera.

Pero ¿qué es una ringlera de árboles? Hay sólo árboles.

Ringlera y el plural árboles no son cosas, son nombres.

 

¡Tristes de las almas humanas que ponen todo en orden,

Que trazan líneas de cosa a cosa,

Que ponen letreros con nombres en los árboles absolutamente reales,

Y dibujan paralelos de latitud y longitud

Sobre la propia tierra inocente y más verde y florida que eso!

 

 

XLVI

De este modo o de aquel modo,

Conforme es o no oportuno,

Pudiendo decir a veces lo que pienso

Y otras veces diciéndolo mal y con mixtura,

Voy escribiendo mis versos sin querer,

Como si escribir no fuera una cosa hecha de gestos,

Como si escribir fuera una cosa que me ocurriese

Como el darme el sol por fuera.

 

Procuro decir lo que siento

Sin pensar en que lo siento.

Procuro arrimar las palabras a la idea

Y no necesitar de un pasillo

Del pensamiento para las palabras.

 

No siempre consigo sentir lo que sé que debo sentir.

Mi pensamiento sólo muy despacio atraviesa el río a nado

Porque le pesa el hecho de que los hombres hicieran uso de él.

 

Procuro desnudarme de lo que aprendí,

Procuro olvidarme del modo de recordar que me enseñaron,

Y raspar la tinta con que me pintaron los sentidos,

Desencajonar mis emociones verdaderas,

Desenvolverme y ser yo, no Alberto Caeiro

Sino un animal humano que la Naturaleza produjo.

 

Y así escribo queriendo sentir la Naturaleza, ni siquiera como un hombre

Sino como quien siente la Naturaleza, y nada más.

Y así escribo, ora bien, ora mal,

Ora acertando con lo que quiero decir, ora errando,

Cayendo aquí, levantándome allá,

Pero yendo siempre en mi camino como un ciego testarudo.

 

Aún así soy alguien.

Soy el Descubridor de la Naturaleza.

Soy el Argonauta de las sensaciones verdaderas.

Traigo al Universo un nuevo Universo

Porque traigo al propio Universo.

 

Esto siento y esto escribo

Perfectamente sabedor y sin que no vea

Que son las cinco del amanecer

Y que el sol, que aún no enseñó la cabeza

Sobre la pared del horizonte,

Aún así ya se le ven las puntas de los dedos

Agarrando lo alto de la pared

Del horizonte lleno de montes bajos.

 

 


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