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RICARDO REIS, HETERÓNIMO DE FERNANDO PESSOA

 


En breve se le dedicará a Fernando Pessoa una reseña biográfica digna de su grandeza como poeta y como enigmático personaje capaz de crear universos y almas paralelas y hasta antagónicas a través de sus múltiples máscaras y heterónimos. Se deja aquí una selección de los poemas de uno de ellos, Ricardo Reis y sus odas al estilo horaciano y con reminiscencias de los cuartetos de su admirado Omar Khayyam.

 

Ricardo Reis es el poeta de las odas, el que recrea las viejas formas romanas del género, a la manera de Horacio. Surgió en Pessoa en junio de 1914, unos días o semanas después que Álvaro de Campos. Nació en Oporto en 1887, estudió Medicina y emigró a Brasil en 1919, decepcionado por la República, siendo como era monárquico hasta los huesos.  Aún seguía viviendo en las Américas cuando Pessoa murió en 1935. Sus odas se ajustan a una métrica rigurosa y predican la aceptación estoica de todo lo que los dioses determinan. Además, escribió ensayos que postulaban el renacimiento moderno del paganismo. Celebró a Alberto Caeiro como maestro y polemizó con Álvaro de Campos sobre diversas cuestiones literarias.

 

Concéntrate y serás sereno y fuerte,

Pero concéntrate fuera de ti mismo.

Para ti no seas más que el pedestal

En el cual alzas la estatua de tu ser.

Lo demás empobrece, pues pobre.

 

33

En Ceres anochece.

En las cimas aún

hay luz.

 

Me siento tan grande

en esta hora solemne

y vana

 

que así como hay dioses

de los campos, de las flores

de las cosechas,

 

Ahora yo quisiera

que un Dios existiese

de mí.

 

 

38

Más allá de la verdad están los dioses

Y nuestra ciencia es una fallida copia

De la certeza con que ellos

Saben que existe el Universo.

 

Todo es todo, y arriba del todo están los dioses

Y no corresponde a la ciencia el conocerlos

Pero adorar debemos

Sus figuras como a flores.

 

Porque visibles a nuestra alta vista

Tan reales son como las flores

Y en su Olimpo sosegada

Son otra Naturaleza.

 

 

45

Sigue tu destino,

Riega tus plantas

Y ama tus rosas.

El resto sea la sombra

De árboles ajenos.

 

La realidad

Siempre es más o menos

Como la queremos.

Iguales somos nosotros

A nosotros mismos.

 

Grato es vivir a solas.

Grande y noble es siempre

Vivir simplemente.

Deja el dolor en los templos

Como exvoto a los dioses.

 

Mira de lejos la vida.

Nunca la interrogues.

Ella nada

Puede decirte. La respuesta

Está más allá de los Dioses.

 

Mas con serenidad

Al Olimpo imita

En tu corazón.

Los dioses son dioses

Porque no se piensan.

 

 

47

Deja pasar al viento

Sin nada preguntarle.

Es su sentido sólo

Ser viento que pasa…

 

Consigue que esta hora

Se sacrifique al Olimpo

Y escribe estos versos

Para que retornen los dioses.

 

 

53

Sufro, Lidia, por el miedo al destino.

La leve piedra que un momento alza

Las leves ruedas de mmi carro,

Aterra a mi corazón.

 

A todo lo que me amenace con cambiar

Por mejor que fuere, odio y huyo.

Déjenme los dioses con mi vida

Sin renovar

 

Mis días, pero que pase lo que pase

Quede yo siempre el mismo o casi.

Yendo hacia la vejez como el día entra

En el anochecer.

 

 

63

Seguro asiento en la columna firme

             De los versos en que quedo.

Aquel agudo interno movimiento,

             Por quien fui su autor

Pasa y yo, distinto ya a su autor

              Póstumo, me sustituyo.

Llegada la hora, también seré menos

             Que los permanentes versos.

Y papel o papiro escrito y muerto

             Tiene más vida que la mente.

 

La obra inmortal excede a su autor

              Y es menos dueño de ella

Quien la hizo que el tiempo en que perdura.

             Morimos inmortales.

Durar, sentir, sólo altos dioses unen.

                 No, no somos enterizos.

Así los dioses nuestra mortal e inmortal vida rigen;

                 Mortal e inmortal vida

Así el Fátum hace que ella manden

                Pero si es así, así sea.

 

 

66

Volverás a ser quien siempre fuiste.

Lo que los dioses dan, lo dan al principio.

             De una sola vez el Fátum

            Te da el Fátum, que es uno.

 

A poco conduce después el esfuerzo puesto

En la medida de tu fuerza nata-

            A poco si no fuiste

            Para más concebido.

 

Conténtate con ser quien no puedes

Dejar de ser. Aún te queda

El vasto cielo para cubrirte y la tierra

Verdece o seca a su tiempo.

 

 

78

Día tras día la misma vida es la misma.

           Lo que ocurre, Lidia,

Tanto en lo que somos como en lo que no somos

            Igualmente transcurre.

Cogido, el fruto se pudre y cae

           No siendo jamás cogido.

Es igual el Fátum, ya lo busquemos

            Ya lo esperemos. Suerte

Hoy, Destino siempre, y en esta o en esa

            Forma ajeno e invencible.

 

 

80

               Nada me dicen vuestros muertos dioses

Que yo haya de aprender. El crucifijo

               Sin amor, sin odio

               De mí (…) aparto.

 

¿Qué tengo yo que ver con esas creencias de que el Cristo

Inclinando el torso hacia mí, latino, muera?

 

              Pero con el sol sí que me entiendo

              Y no con esas verdades…

 

Que lo sean… Dios a mí no me fue concedido

Más que como visión de las cosas de la tierra

             Y una razón incierta,

             Y un saber que los dioses existen.

 

 

83

Recoge de una vez

Las flores que puedas.

No dura más que hasta la noche el día.

Recoge y acuérdate.

 

Poca cosa es la vida y es cercada

Por la sombra y sin remedio.

No hay reglas que podamos comprender,

Súbditos sin gobierno.

 

Disfruta de este día

Como si en ello te fuese la vida.

Ni los hombres ni los dioses son dueños del destino,

Pues que el destino es de quien ignoramos.

 

 

87

¡Tan temprano pasa todo lo que pasa!

¡Muere tan joven ante los dioses

       lo que muere! ¡Nos sabe todo a tan poco!

Nada se sabe y todo se imagina.

Rodéate de rosas, ama, bebe,

        y calla. Lo demás es nada.

 

 

95

Creer es equivocarse. No creer de nada sirve.

 

 

99

No vuelve a la rama la hoja que la dejó,

Ni por su propio pie ni en otra forma.

El momento que acabó al comenzar

         Éste, se fue ya para siempre.

No me promete el incierto y vago futuro

Más que esta experiencia repetida

De la mortal suerte y la perdida condición

          De las cosas y de mí.

Es por eso que en este río universal

Del que soy, no una ola, sino olas,

Recorro inerte, sin pedido, ni

           Dioses a quien lo haga.

 

 

101

Frutos dan los árboles que viven

No la fingida mente que se orna sólo

      De lívidas flores

      Del abismo íntimo.

¡Cuántos reinos en las mentes y en las cosas

No tallaste en tu imaginación! ¡Tantos

      Sin tenerlos perdiste,

Sueños ciudades!

¡Ah, no consigues contra lo adverso mucho

Crear más que propósitos frustrados!

       Renuncia y sé

       Rey de ti mismo.

 

 

103

Ni reloj parado, ni la falta

De agua en la clepsidra, o ampolleta llena

        Roban el tiempo al tiempo.

 

 

104

Ser feliz es un juego, el ser grande

Una servidumbre: todo me repugna

         Salvo esta majestad.

 

 

105

El azar, sombra que proyecta el Fátum

Sus dados lanza y el destino los suma

Y en el cubilete los recogen.

 

 

128

A cada cual, como la estatura, nos es da

       La justicia: a unos hace altos

       El Fátum, a otros felices.

Nada es premio: sucede lo que sucede.

       Nada, Lidia, debemos

       Al Fátum, sino el tenerlo.

 

 

132

Sé linterna, da luz alrededor,

       De la luz, guarda el calor.

No podrán los opresivos vientos

       Apagar tu luz;

Ni tu calor, disperso, se hará frío

       En el inútil infinito.

 

 

138

Quien fui es ya ajeno a mí. Al recordar, lo veo.

Ver es ya quedarse afuera. Mi pasado

             Sólo en su visión recuerdo.

Todo lo que sentí es claro.

Ajena el alma antigua; lo que en mí siento

            Lo veo hoy esto es hospitalidad.

¿Quién puede conocer, entre errores tantos

En la manera de sentirse, la propia forma

           Que tiene para consigo?

 

 

142

Desea poco y lo tendrás todo.

Desea nada y serás libre.

El mismo amor que nos dan

Al querernos, nos oprime.

 

 

150

Breve el día, breve el año, todo es breve,

      A no tardar nada seremos.

Pensando en esto, la muerte absorbe

      Todos mis pensamientos.

La misma brevedad de la tristeza me pesa,

      Pues aunque sea tristeza, es vida

 

 

154

Si a cada cosa que ocurre a un dios le compete,

¿por qué no habrá un Dios para mí solo?

      ¿Por qué no lo seré yo?

Es en mí que el Dios se anima, al sentirlo.

El mundo externo veo con claridad-

Cosas, hombres, sin alma.

 

 

 

157

Narro severo. Cuanto siento pienso.

        Las palabras son ideas.

Murmuro, el río pasa, y no su rumor,

        Pues es nuestro, no del río.

Así quisiera el verso: mío y ajeno

         Y por mí mismo leído.

 

 

162

Vive sin horario. Cuanto mide piensa

       Y cuanto piensa mide.

En un fluido incierto nexo, como el río

        Cuyas olas son él

Así tus días sé, y si te ves

        Pasar, como a otros, calla.

 

 

165

Para ser grande, sé entero: nada

      Tuyo exagera o excluye.

Sé todo en cada cosa. Pon cuanto eres

     En lo mínimo que hagas.

Así en cada lago toda la luna

     Brilla, porque alta vive.

 

 

 

 

171

Estás solo. Nadie lo sabe. Calla y finge.

        Pero finge sin fingir.

Nada esperes que no exista en ti,

        Cada cual consigo mismo lo es todo.

Tendrás sol sólo si hay sol, ramas si es que buscas ramas,

        Suerte siempre que la suerte te sea dada.


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